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Autoexigencia en el deporte: un arma de doble filo

La autoexigencia es una palabra que solemos asociar con el éxito, sobretodo en el deporte. “Cuanto más me exija, mejor seré”. Y, en parte, es así: sin el compromiso, la disciplina y la superación que nos da la autoexigencia, es difícil llegar lejos.


Pero cuando esa exigencia se descontrola, puede volverse en nuestra contra. Cuando nunca es suficiente, cuando más siempre es mejor, la autoexigencia se vuelve destructiva.


Encontrar el equilibrio


Exigirse a uno mismo no es algo malo. De hecho, los deportistas con una autoexigencia bien gestionada suelen rendir mejor y sentirse más motivados. En este sentido, ponerse metas altas, pero realistas, favorece la mejora constante y el aprendizaje. Y es que estos deportistas se centrar en dar lo mejor de sí, en lugar de en ser “perfectos”. Ven los errores como una oportunidad para aprender, no como un fracaso.


Son deportistas con una “autoexigencia constructiva”: buscan la excelencia, pero sin esperar encontrarla. Sin castigarse cuando las cosas no salen perfectas o como les gustaría.

Tenista agotada sentada en la pista

El problema aparece cuando esa exigencia se convierte en algo inalcanzable.


  • “Podría haberlo hecho mejor.”

  • “No puedo fallar.”

  • “Si no gano, no valgo para esto.”


Pensamientos o afirmaciones como estas, tan comunes en el deporte, pueden generar ansiedad, frustración, baja autoestima e incluso agotamiento. Cuando el deportista mide su valor solo por los resultados o siente que nunca es suficiente, la autoexigencia deja de ser el motor de la motivación y se convierte en presión.


Se trata, entonces, de una “autoexigencia destructiva”: un tipo de autoexigencia que desgasta más de lo que ayuda y que, por tanto, es insostenible en el tiempo.


Cómo exigirte de forma constructiva y saludable


El objetivo es aprender a regular la autoexigencia, a reorientarla y saber «desconectarla» cuando es necesario. ¿Cómo hacerlo?


  1.  Cambia tu forma de ver el éxito. En lugar de obsesionarte con ganar, los resultados o rendir más y mejor, enfócate en mejorar tus propias habilidades. El progreso real está en cada entrenamiento y en tu día a día. El éxito llegará de un modo u otro.


  2. Utiliza la autocompasión. Equivocarse y los días malos son parte del proceso. Cuando esto sucede, hablarte con respeto y comprensión, en lugar de con dureza, te permite recuperarte antes y seguir aprendiendo. La autoexigencia debe equilibrarse con autocompasión.


  3. Escucha tus pensamientos. Tómate momentos para escuchar tus pensamientos autoexigentes. Observa, sin juzgar, qué emociones te generan y trata de encontrar pensamientos alternativos más constructivos.


  4. Establece objetivos realistas y flexibles. Es bueno tener ambición, pero la ambición nunca se acaba: siempre se puede un poquito más. Tus metas pueden ser ambiciosas pero deben también ser realistas y poder ajustarse según el contexto. Aceptar la necesidad de adaptarse a las circunstancias también forma parte de una autoexigencia constructiva y saludable.


De manera transversal, fortalecer tu autoconfianza también es un factor protector de la autoexigencia más destructiva. Los deportistas con un autoconfianza elevada y apropiada suelen gestionar mejor su propia exigencia. En este artículo encontrarás más información al respecto.


Atleta saliendo desde los tacos de salida en una pista de atletismo

En resumen


La autoexigencia puede ser una gran aliada cuando te impulsa a dar lo mejor de ti y ser constante, pero también una enemiga si se convierte en una fuente de presión constante. Cuando logramos el equilibrio entre autoexigencia y autocompasión, esta deja de ser una carga y se convierte en lo que realmente debería ser: una fuente de motivación para crecer y progresar.


Así que si necesitas ayuda o asesoramiento para aprender a regular y gestionar tu autoexigencia en el deporte, no dudes en contactar conmigo.

 
 
 

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